Miro el reloj. Las horas no pasan. Cada minuto pesa más que el anterior. Y este peso que se acumula en el alma hace que mi cuerpo empiece a morir en vida. No sé qué sucede, el por qué me pasa esto. Mil incógnitas en mi cabeza y empiezo a marearme al no saber qué responder. Me siento en el sofá, a ver alguna serie cómica para subir el ánimo, a descansar la mente… pero el no hacer absolutamente nada no me proporciona calma… me da pie a pensar aún más y a marearme todavía más.
Siento la necesidad de salir, de sentirme libre y joven. Pero mis miembros no responden, se han acomodado a la rutina de la casa, mientras mi mente intenta evocar un paraíso jamás encontrado, en donde la humanidad no ha causado estragos. Consigo adentrarme en este paraje. Se escucha el sonido de una cascada, y siento la hierba bajo mis pies. Siento la humedad a mi alrededor, pero no me importa, me proporciona una sensación indescriptible. Me tumbo sobre una gran piedra plana, y me dedico únicamente a ver las nubes pasar. Y de pronto empiezo a tener sueño y me duermo…
Al despertar, la realidad: sigo en el sofá, con la televisión encendida, mirando a mi alrededor para comprobar que realmente estoy sola. Quizás sea ese mi gran miedo, aunque quizás sea lo que más necesite. Pero por ahora, simplemente, dejaré las nubes pasar, al igual que los eternos minutos, buscando un paraguas que me proteja de la lluvia. Lluvia… más recuerdos, felices por el contrario. Ojalá pudiera sentirme ahora mismo así.
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